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Mágica Navidad

La Navidad es una época de alegría, que trae aires de nostalgia a quienes extrañamos algunas tradiciones que han caído en el olvido…
Sin embargo, todavía quedan memorias de esa Navidad más auténtica que mantiene vivo el espíritu compartido entre las distintas generaciones de venezolanos.

La Navidad tiene un origen muy lejano, tanto que no podemos imaginar cuándo nacieron las tradiciones que la acompañan. Nuestros padres, nuestros abuelos y los padres de nuestros abuelos, también celebraron estas fiestas, solo que de una manera distinta a como lo hacemos hoy en día.

Antes de la llegada del cristianismo, algunos pueblos marcaban con ritos vegetales la noche más larga del año, conocida como el solsticio de invierno, el 21 de diciembre. Este fenómeno solía indicar un acontecimiento astronómico importante. De allí nace la costumbre de adornar un árbol como símbolo de prosperidad y abundancia.

Más adelante, esta iniciativa se extendió por toda Europa, adquiriendo el sentido de “árbol de Paraíso”, que con sus coloridos adornos introducía una nota festiva en el frío paisaje invernal.

La figura de un hombre maduro, de larga barba y un curioso traje de color rojo, da origen al mito de San Nicolás, legendario caballero que solía ir acompañado de un enano. Su generosa disposición para dar regalos encontró rápida aceptación entre los niños. Este personaje se conoce en el continente americano desde la llegada de los primeros colonos holandeses y, junto con el árbol navideño, apareció en nuestro territorio desde la época de la Independencia.

Quizás el elemento más genuino de nuestras pascuas consiste en una representación decorada del pasaje bíblico. El pesebre, también conocido como nacimiento o belén, reúne el entusiasmo de adultos y pequeños que desempolvan cuidadosamente todos los años las piezas de este entrañable escenario. Subiendo por la cuesta, una fila de ovejas, cada una al lado de su pastor, emprende el ascenso hasta el pesebre. Más allá, una descuidada o quizás golosa ovejita intenta desesperada darse vuelta porque tiene los pies mirando al cielo. Y arriba, entre el lago de espejos y la noche estrellada, en la punta de un cerro, en un humilde establo se repite la conocida historia: la Virgen a un lado, San José con su bastón, la mula y el buey contemplan al niño dormido en su cuna de pajas.

Y aunque en el tiempo se pierda el origen de esta celebración, cada año todos nos sentimos un poco más niños y un poco más humanos al compartir la revelación de un glorioso nacimiento que dejó sembrado un mensaje 
de paz en nuestros corazones.

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