Jugar es vivir en libertad

Todos esperamos con ansias que termine el último día de clases para que comiencen las aventuras y los juegos sin límites, con nuestras propias reglas, secretas y llenas de imaginación.

¡Yupiiiii!
Es el momento de
disfrutar todos juntos.

Desde siempre, los niños han habitado un territorio propio, donde el tiempo tiene otra medida y cada evento, hasta el más insignificante, está cargado de asombro. Se trata del territorio del juego, donde la fantasía se confunde con la realidad y otro lenguaje se utiliza para nombrar las cosas y comunicarse con los semejantes.

En este lugar sin fronteras, unas líneas trazadas en el piso pueden ser el corral de unas metras inquietas, un papagayo puede tocar las nubes y cantar en su camino y un árbol puede servir de guarida para estar a salvo. Aquí también nos iniciamos en el arte de lanzar un trompo en el aire, de hacer silbar un gurrufío o de ensartar una perinola al derecho y al revés.

Los juegos tradicionales, aquellos que se aprenden entre niños pero que han cruzado generaciones, forman parte de la identidad de una sociedad.

Hoy en día, por muchas razones, la calle y el patio han dejado de ser lugares de encuentro; las tecnologías han desplazado la complicidad de sentirse parte de un grupo, ofreciendo experiencias más inmersivas pero solitarias. Así, poco a poco, ese territorio lejano y mágico del juego se va haciendo más pequeño y vulnerable.

La única forma de preservar esta memoria es hacer que sus semillas germinen en la infinita geografía de la infancia; que los juegos tradicionales se conviertan en el pretexto más hermoso para conectar a niños y adultos, hacerlos dueños de un mismo patrimonio, que es también un mismo país.

Cantar y bailar… ¡es jugar!

El pájaro Guarandol

DIVERSIÓN ORIENTAL


La tradición musical venezolana para la infancia es muy rica, llena de matices e influencias que varían según cada región del país. Muchas canciones forman parte de esos lenguajes que nos acompañan durante la niñez y que compartimos con nuestros compañeros y amigos.
¡Así que juguemos cantando y bailando!

¿Sabías

que con las letras
también se juega?

Si hay algo que tienen en común los habitantes de la infancia, además del juego, es su fascinación por las palabras… pero no cualquier palabra, sino aquellas encantadas, las que abren las puertas para relatos de otros tiempos, las que hacen reír, las que afinan el ingenio y las que nos seducen porque tienen música.

Las palabras son siempre espléndidas, y con ellas se construyen fórmulas que acompañan los juegos.

¡Vamos todos a merendar!

Merienda es una palabra deliciosa.
Y es uno de los placeres más disfrutados de la infancia.
La hora más ansiada llega con la voz de mamá o de la abuela invitándonos a un refrigerio. Se interrumpe por un rato el juego, se suspende el universo imaginario y las manos agradecidas se disponen al banquete.

¿Saltamos

o

volamos?

Saltar, correr, tocar… son acciones que hacemos con nuestro cuerpo y que forman parte del acto de jugar. Y lo mejor de todo es que a través de nuestros juguetes también podemos experimentar sensaciones divertidas y emocionantes. Todos ellos nos invitan a descubrir, a girar, ¡y a volar!

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