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¡Y el cielo se llenó
de mil colores!

Las noches decembrinas son despejadas. Durante esta época del año podemos ver las estrellas del cinturón de Orión, que titilan con fuerza en la oscuridad. Los tres reyes magos se dirigen, en la inmensidad del camino, al encuentro con el Niño Dios.

Pero también el cielo se llena de otras luces, que nos fascinan al contemplarlas; se trata de los fuegos artificiales, una tradición muy antigua que proviene de China y que es muy característica de la Navidad venezolana. El sonido sordo y distante precede a la explosión de colores, como una lluvia de estrellas, como chispazos o luciérnagas que se agitan, delicadas y efímeras en la noche.

Especialmente en la noche del Año Viejo, cuando suenan las doce campanadas al ritmo de las canciones y de las doce uvas, los fuegos artificiales entran en el escenario y llenan de luces el cielo. Por un momento nos quedamos hipnotizados porque al alzar los ojos para mirar el telón de la noche, junto con los astros luminosos contemplamos incontables chispas que por un instante nos hechizan.

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